viernes, 22 de abril de 2011

Capitulo 20

Estaba harta de todo, papá me había obligado a ir a conocer nuevos colegios. La mayoría de los que vi parecían conventos, iglesias, o cosas así, muy antiguos para mi gusto. Y luego de mucho buscar por  fin dimos con uno que se veía más “normal”. Papá me dijo que me dejaría terminar con mis semanas de vacaciones y luego llamaría hasta a la guardia nacional si es que no quería ir a clases.

Al día siguiente de conocer a Gabriel, él llamó a Charlotte para llevarnos a conocer nuevos lugares, no tenía ganas de salir, pero lo hice por mi amiga, ella tenía derecho a divertirse. Quedamos de encontrarnos en una cafetería del centro, cuando llegamos pasé mi mirada por las mesitas, y vi una pareja de chicos que nos saludaban con la mano, reconocí enseguida a Gabriel, pero a el otro chico no lo había visto nunca en mi vida.

-¿Cómo están chicas? –dijo Gabriel muy cortésmente – les presento a Antonio – el chico de ojos celestes sonrió y luego tomó mi mano y la besó. La sangre subió a mis mejillas, quise que me tragara la tierra, no debía sonrojarme, pero era inevitable.
-Un gusto – dijo Antonio mientras me dedicaba una sonrisa.
-Lo mismo decimos – dijo Charlotte como para salvarme, retiré mi mano de la de Antonio, y le sonreí como para mostrarme más cómoda.

Pedimos cuatro cafés para llevar y nos dispusimos a recorrer las calles de París. Rápidamente pude notar cómo Gabriel intentaba mantenerse al lado de Charlotte, ella iba con una linda sonrisa pintada en su rostro, se notaba a leguas que Gabriel estaba loco por ella, o con alguna psicópata obsesión, no lo sabía, pero me gustaba él para ella, parecía un chico romántico y sensible. Antonio iba callado a mi lado, observaba a la pareja que iba delante con curiosidad. Intenté pensar algún tema, me incomodaba más el silencio que mi estúpido sonrojamiento, pero él me ganó, y por fin habló.

-Gabriel parece bastante feliz con tu amiga- me dedicó una sonrisa torcida.
-Sí, cualquiera pensaría que le gusta – enarqué una ceja y lo observé. El sonrió.
-Creo que eso es lo obvio – reímos – Por cierto, aún no me dices tu nombre.
-Supuse que Gabriel lo había mencionado…
-Claro, pero me gustaría oírlo de tus labios – observó mi boca por unos segundos, y mis mejillas ardieron. Bebí un poco de café, intentando inútilmente que él no se diera cuenta.
-Me llamo Sofía.
-Lindo nombre – nuevamente me sonrojé- Mi madre se llama Sofía.

No supe que decirle así que mantuve silencio. ¿Por qué me estaba sonrojando? Debía admitir que Antonio era guapo, y su sonrisa tenía un matiz de seducción, además no podía evitar que cuando él me decía cualquier cosa me sonrojara, pero definitivamente no me gustaba, no, eso nunca. Observé a Gabriel hablándole a Charlotte acerca del barrio en el cual nos encontrábamos. Tomé la madura decisión de comenzar a ponerle atención “a nuestro guía” antes de seguir hablando con Antonio, pero al parecer él no se rendía con intentar poner un  tema de conversación.

-Es incómodo caminar y ver a la feliz pareja de delante, sin dirigirnos ni una sola palabra ¿No crees? – él se rió y luego hice lo mismo.
-Tienes razón…Pues, cuéntame acerca de ti – sonreí.
-Está bien señorita, pero debo advertirte que no soy muy interesante…

Me estuvo contando acerca de él mientras seguíamos al emocionado Gabriel. Supe que él era de Grecia, pero se había ido a los 10 años a Francia. Estaba en su último año de colegio. Quería ir a una universidad fuera de Francia, la verdad siempre había querido salir de Europa. Vivía con sus padres y su hermana pequeña, llamada Lucy.
Quise evitar hablar de mí, pero le conté lo básico. Pasamos la mayor parte del día caminando, almorzamos en un pequeño restaurante, demasiado romántico para mi gusto. Entrada la noche las luces alegraron la oscuridad y se alcanzaba a ver la torre Eiffel.

-¿Quieren ir a la torre? – dijo Gabriel mientras se acercaba un poco a Charlotte.
-Claro, ¡siempre he querido ir! – sonrió ella, al parecer después de un día conversando tenían un poco más de confianza -¿te animas Sofía?

Los observé, no quería arruinarles el momento, pero por alguna extraña razón no tenía ganas de ir. Hice una mueca y luego hablé.

-Lo siento chicos, la verdad no me siento bien – mentí – creo que el almuerzo me ha caído mal.
-Oh, no te preocupes – dijo Charlotte – podemos ir otro día.
-No, no – no quería que ella se perdiera la oportunidad de ir con Gabriel, sabía que en el fondo quería ir- tú te quedas, yo me iré a casa, y luego Gabriel- lo miré – te lleva, ¿Cierto?- el interpelado asintió con una sonrisa. Charlotte me enarcó una ceja, sabía que más tarde me mataría.  
-Pero como volverás sola…
-Yo te puedo acompañar – me dijo Antonio – si tú quieres…
-Sí, Sofía, que Antonio te acompañe – sonrió con suficiencia Charlotte. La quise asesinar con la mirada, pero ella sólo continuó sonriendo – Nos vemos más tarde…

Caminé con Antonio hasta la parada de autobús para luego tomar uno a casa. El silencio nuevamente nos invadió, pero en ese momento así lo preferí. Algo me decía que era mejor estar lejos de Antonio ¿Qué cosa?, no lo sabía, quizás me daba miedo que a veces cuando me observaba mi corazón se acelerara un poco, no era algo alarmante, pero era “algo”.

Llegamos a la parada de autobuses que estaba cerca de casa, e insistió en acompañarme. Cuando llegué, me di vuelta para quedar frente a él.

-Gracias por acompañarme.
-Siempre es un placer – sonrió – ha sido un gusto conocerte. ¿Nos volveremos a ver?
-¿Por qué no? – sonreí.
-Genial, entonces, espero verte algún día de estos – se acercó un poco, y me asusté ¿Qué iba a hacer? Depositó un beso en mi mejilla izquierda y luego uno en la derecha. Luego tomó mi mano y la estrechó- Adiós Sofía.
-Adiós Antonio – solté su agarre y entré rápidamente a casa.

Al cerrar la puerta de entrada tras de mí, papá me observó desde el sofá con una mirada interrogante. Le dije apresuradamente que Charlotte se había quedado un rato más con Gabriel y que me iría a dormir.

Subí a mi habitación, me puse mi remera gigante de Mickey mouse y me tendí en la cama. Estaba agotadísima y confundida respecto a muchas cosas, no tenía ganas de pensar, así que me dormí casi enseguida.

Al día siguiente la molesta de Charlotte me despertó muy temprano con un almohadón en la cabeza, ¡Era exactamente igual a su hermano! Tomé la almohada que tenía en mi cara y la tiré con todas mis fuerzas hacia Charlotte, pero ella la esquivó.

-Eres especialmente torpe en las mañanas – sonrió - ¡Feliz cumpleaños! – una sonrisa traviesa se asomó en sus labios.
-¿Cumpleaños?– me senté en la cama. Ella rodó los ojos.
-Sí, despistada, oficialmente tienes 17 años- se sentó a mi lado y me abrazó, casi me deja sin aliento, pero acepté el abrazo, no podía creer que me había olvidado de mi propio cumpleaños - Venga, levántate y desayunamos juntas, tu padre salió temprano y no quiero desayunar sola – puso su mejor cara de gato con botas y tuve que limitarme sólo a asentir.

Me duché y luego me vestí con unos jeans ajustados oscuros, botines y un swetter blanco largo que dejaba al descubierto uno de mis hombros. Fui hasta la cocina y ayudé a Charlotte a preparar tostadas y huevos. Desayunamos mientras nos reíamos de un programa matutino. Al terminar lavamos los platos y decidí salir a caminar por el barrio. Charlotte me iba a acompañar, pero prefería hacerlo sola. Tomé las llaves y salí de la casa. El día estaba especialmente agradable. Vi un pequeño negocio luego de una cuadra caminando, y entré, recordé mi viejo vicio, le pedí a la señora una cajetilla de cigarrillos, dudó en venderme o no, pero finalmente se resignó. Caminé mientras con una de mis manos tomaba el pequeño tubito de nicotina y con la otra lo encendía, cerré mis ojos.

Tenía 17 años, y no me sentía apta para estar de cumpleaños, era extraño, no sentía esa alegría de ser más grande, no veía motivo para estar feliz. Además me faltaba algo, estaba segura de lo que era, pero también sabía que debía a resignarme a no seguir recordándolo. Aspiré una vez más el tubito y me senté en el césped de una especie de parque que había. Sabía que recurrir al cigarro era una estúpida escapatoria a mis ansias de algo, pero no sabía que más hacer…

17 años…

Aún no me lo creía, ¿Y dónde estaba papá? Él siempre había sido el que me despertaba en la mañanas de mis cumpleaños, siempre entraba con una torta más grande de lo necesario, con las velitas correspondientes a mis años recién cumplidos. Suspiré, quizás había tenido que trabajar…
Saqué otro cigarrillo y lo prendí. Cerré nuevamente los ojos e intenté relajarme mientras inhalaba el humo.

De repente alguien sacó el cigarrillo de mi boca, abrí de golpe mis ojos y quise gritar mil improperios, pero al ver quien había sido me ahogué con el humo que tenía en la boca. Un ataque de tos no me dejaba reaccionar por completo. Cuando me controlé, me paré enseguida y comencé a caminar lo más rápido que pude, quería alejarme de esa alucinación, no quería hacerme daño de nuevo pensando en él, no podía.

Sentí como me tomaban por el brazo, y una corriente eléctrica me recorrió. Estaba completamente segura que había sido mi alucinación, pero fui lo suficientemente cobarde como para no mirarlo. Un nudo se formó en mi garganta y cerré los ojos, no quería llorar, no quería romper mi promesa… “Es mi imaginación, sí, eso es, seguramente había fumado muy rápido y estaba un poco mareada”

-Por favor abre los ojos – dijo con una voz apretada la persona que me tenía atrapada por el brazo. “No lo recuerdes, por favor no pienses en él” – decía mi corazón a mi mente – Por favor Sofía, mírame- No pude resistirme a su voz, no pude, quería correr, quería llorar, pero independientemente de eso, primero tenía que verlo…

Abrí mis ojos y giré mi cabeza hasta verlo… Vi unos ojos marrones que me observaban afligidos, no miento al decir que sentí que me caía en un abismo, una sensación de vértigo me inundó. Me perdí en su mirada, no creía que él estaba sujetándome de un brazo y observándome tan intensamente, era imposible, yo estaba en París, muy lejos de él…

Una lágrima rodó por mi mejilla, sí, yo estaba muy lejos de él, yo lo había olvidado, yo quería olvidarlo, porque él ya no me amaba, es más, nunca lo había hecho.

-No llores – me soltó e intentó tomar mi rostro con sus manos pero yo me alejé. Una mueca de dolor se asomó por la cara de Iván. Sí, era él…Estaba segura que mi mente no me jugaría un juego tan cruel – Sofía… - susurró e intentó acercarse, pero nuevamente me alejé.
-No te acerques – hice un gesto con la mano, y con mi antebrazo limpié las lágrimas que seguían asomándose. Me hacía daño verlo, sentía que la herida se volvía a abrir, y dolía demasiado. Por mi mente pasaban las imágenes de nuestra última pelea, y cada palabra se estaba volviendo a grabar al rojo vivo en mi corazón.
-No me pidas eso, por favor, sé que fui el imbécil más imbécil del mundo – su voz salió dificultosamente y tuve la impresión de que en cualquier momento las lágrimas lo delatarían – Pero perdóname por favor… - dio un paso hacia mí.
-¿Te sientes culpable por haberme dejado? – enarqué una ceja intentando parecer firme – Pues, ok, te perdono, ahora puedes tener tu alma libre de pecados, y seguir haciendo tu vida… - suspiré.
-Por Dios, no me siento culpable, bueno sí, pero mi vida es una mierda sin ti Sofía…
- Tú nunca me amaste, ¿Y sabes qué? Quiero olvidarte, voy a olvidarte…
-Eso es mentira… siempre te he amado,  más que a  cualquier cosa…- dio otro paso.
-No entiendo por qué haces esto, esa vez me dejaste todo claro, no confiaste en mí, no me dejaste explicarte, fuiste un maldito estúpido – las lágrimas arruinaron mi intento de parecer firme, pero aún así seguí - ¿Y sabes cómo me sentí? No claro que no lo sabes, a ti no te importó, eras demasiado feliz con esa zorra en el instituto, y no te bastó con hacerme sufrir mientras estaba allá, si no que vienes y te apareces acá, donde quiero ser feliz sin una estúpida ilusión de amor hacia ti, que siempre has jugado conmigo y que al fin y al cabo si soy una más en tu colección – suspiré y quise correr, pero él comenzó a hablar.
-Sé que me merezco tu odio eterno, lo sé, te lo juro, y sé que quizás me vas a decir que me vaya por donde mismo me vine, pero primero debo dejarte algo claro – dio otro paso hacía mi, y yo no me moví, se encontraba a menos de un metro – Yo te amo Sofía Rossi, te amo más que a mi vida, nunca pensé enamorarme tanto de alguien, y sí, dije muchas cosas y te ignoré por mucho tiempo, pero nunca te olvidé y no quiero hacerlo, fui un orgulloso maldito, me dolió tanto pensar que me habías olvidado, pensar que todos incluso tú se habían reído de mi – una lágrima se asomó por su ojo, pero la quitó rápidamente – yo sé que tienes derecho a no amarme más, lo tienes, pero te suplico que me lo digas, dime si ya no me amas y me iré y te dejaré olvidarme… - yo ya me encontraba sollozando, y él se quitaba rápidamente las lágrimas apenas salían. Suspiré, mi corazón se encontraba latiendo aceleradamente, dolía demasiado, sentía que mis heridas se abrían cada vez más.
-Yo…yo…te amo – dije entre sollozos – pero no quiero sufrir más, no quiero llorar más…- Iván se acercó el paso que nos separaba, y posó una de sus manos en mi mejilla, su tacto me generó un cosquilleo, quise rendirme, pero la pared de defensa seguía instalada, de verdad quería que la punzada que sentía en mi pecho desapareciera.
-Mi vida – susurró, y unas cuantas lágrimas rodaron por su mejilla – no quiero que sufras más por mí, soy un estúpido, te amo…- dijo muy bajito – te amo tanto…

Acercó su rostro al mío y pude sentir su respiración, sentí una placentera presión en mi estómago. También sentí su aroma y me rendí al fin, después ajustaría cuentas con corazón…

Posó sus labios en los míos y nuestras respiraciones se mezclaron. Nuestros movimientos eran sincronizados, como si estuviéramos recordando un baile que habíamos aprendido hace tiempo. Lo necesitaba, mi corazón se aceleró al instante y mis piernas fallaron, Iván paso ambas manos por mi cintura y yo las mías alrededor de su cuello. Su lengua pidió permiso para entrar y yo se lo concedí.

Sentía mis mejillas mojadas y también podía sentir las de él igual. Era un beso tierno, apasionado, cálido. Nos tuvimos que separar en busca del maldito aire, quería que durara para siempre, no quería separarme y arrepentirme de haber caído tan rápido. Pero al mirar sus ojos, no tuve ninguna duda que había hecho lo correcto, ya que, no podía estar lejos de él, era imposible, ya nada dolía, me sentía llena, feliz.

-Te amo – me dijo mientras depositaba mil besos en toda mi cara – te amo, te amo, te amo – me abrazó, sentí su boca en mi cuello, inhaló profundamente – te extrañé tanto – depositó un beso ahí mismo. Suspiré y lo abracé más fuerte.
- Yo también te extrañé – miró directamente mis ojos, con mi mano dibujé círculos en su mejilla mientras limpiaba el caminito húmedo que las lágrimas habían dejado – Te amo estúpido – el me sonrió y atacó rápidamente mi boca, esta vez no tan tiernamente, pero nos tuvimos que separar nuevamente porque ya estaba sin respiración.
-Feliz cumpleaños – dijo con su boca pegada a la mía, y me besó una última vez para luego separarse y buscar algo en su bolsillo. Sacó una cajita azul, me la pasó y yo la abrí. Había una medallita en forma de corazón, me acerqué un poco para poder ver qué tenía grabado y leí:

“Sólo tú y yo, amor”

-No sé si aún la tienes- se sonrojó, algo raro en él – pero si es así, puedes ponerla en la pulsera que una vez te regalé...- Levanté mi mano que se había entrelazado con la suya y le mostré la pulsera con la “I” colgando. Él sonrió deslumbrantemente tomó el corazón y lo colgó de la pulserita.
-Soy una masoquista…- me sonrojé y observé el nuevo adorno de la pulsera - ¿Solo tú y yo?
-Sí…
-¿Lo prometes?
-Te lo juro…

Aquí llego con una entrada que especialmente me gustó mucho... Espero, sinceramente, que haya sido lo que esperaban (: Gracias por los comentarios, me alegran el día chicas ( o chicos, si es que anda alguno por ahí) ¡Nos leemos pronto!

sábado, 16 de abril de 2011

Capitulo 19

Iván’s POV

Me vestí tan rápido que ni cuenta me di de qué cosa me puse. Esperaba alcanzarla era todo lo que quería, verla, arrodillarme y pedirle perdón pero también tenía miedo ¿Y si no me quería más? ¿Y si no me perdonaba? Suspiré pesadamente y tomé las llaves de mi moto. Kate me miró interrogativa, supuse que esperaba acompañarme pero a ella le faltaba mucho para estar lista. Me dedicó una sonrisa de apoyo.  Corrí hacia al garaje y cuando menos lo pensé iba a toda velocidad hacia el aeropuerto.

Fui un estúpido, un maldito estúpido.

Me maldecía internamente. Vi la señal de la entrada del aeropuerto a lo lejos. Me había demorado casi veinte minutos, la mitad del tiempo normal. Estacioné la moto lo más cerca posible de la entrada, para luego correr hacia cualquier mesón. Me sentía como uno de esos tipos de las películas de amor,  y yo deseaba que todo fuera una película y no la vida real.

-¿Ya salió el vuelo hacia Francia? – le pregunté a una chica joven que atendía recibiendo las maletas, la gente me miró molesta, ya que yo había pasado toda la fila.
-Señor, por favor, debe hacer la fila para registrarse…- al parecer no me había escuchado, yo estaba al borde de los nervios.
-No me voy a registrar, sólo quiero saber a qué hora sale el próximo vuelo a Francia – me dedicó una mirada. No sabía qué cara llevaba pero al segundo comenzó a registrar  en la computadora.
- El próximo vuelo sale en la tarde – sentí que todo mi cuerpo se relajaba, entonces quizás se encontraba en su casa…- Y… salió uno hace… diez minutos.

Mis piernas se sintieron como gelatina, ¿Se había ido o se iría en la tarde? Recorrí mi alrededor con la mirada. ¿Podría simplemente preguntar: Ha visto a la chica más linda del mundo por aquí? Seguramente no.  Saqué de mi bolsillo mi móvil, quizás podía llamarla, si, debía hacer eso. Busqué el perdido móvil de ella, rogué porque me contestara…Pero estaba apagado.

-¿Estás bien? – dijo de una forma amistosa y cercana la chica que me miraba con preocupación - ¿Necesitas algo más?
-No, Gracias – susurré.

Caminé hacia cualquier parte y me senté en el suelo a un costado. Registré los números, llamar a Camilo era lo mejor así que le marqué. Sonó un par de veces y luego escuché su voz.

-¿Diga?
- Hola Camilo, ¿A qué hora sale el vuelo de Sofía?
-¿Qué? – sabía que quizás estaba confundido porque yo le hablara de ella, había evitado cualquier conversación acerca de Sofía desde hace más de un mes.
-Eso, por favor, sé que no tienes por qué decirme, pero haz eso por mi…
- Iván… La dejamos en el aeropuerto hace una hora- tuve la sensación que mi corazón que hasta ese minuto había estado latiendo desenfrenadamente, se había detenido por medio segundo.
-Oh, ok gracias – Quise cortarle pero comenzó a hablar de nuevo.
-Lo siento, ¿Quieres que te ayude en algo?- se apresuró a decir.
-¿Puedes volver el tiempo atrás? – hubo un silencio – No, Camilo, no hay nada qué hacer, gracias.
Cerré el móvil y lo lancé lejos. Un guardia me quedó mirando extraño, pero lo ignoré. Lo peor que me podía pasar, ya había pasado: Por estúpido había perdido a la chica de mis sueños. Y seguramente si volvía alguna vez, ya me habría olvidado, me lo merecía. Estaba viendo borroso, pasé muchas veces mis manos por mis ojos, era patético llorar ahí a la vista de todos. Quería matarme, pero no llorar ya que no resolvería nada.

“La perdiste, ¿Y sabes qué? Cuando vuelva ya estará con alguien mejor que tú, porque cualquier persona es mejor que tú”- me decía a mí mismo. 

Después de no sé cuanto rato me levanté del suelo y miré por última vez al lugar de donde salía la gente que iba llegando. Tenía la esperanza de que ella apareciera y me perdonara. Pero no era tan fácil, ella estaba a muchos kilómetros en el aire, y yo estaba en el piso.

Había puesto por fin los pies en la tierra, había salido de mi periodo de “ si no sé del tema, lo habré olvidado” había recordado cuánto la amaba, había desenterrado el amor que pensaba olvidar para siempre. Porque me sentía tan estúpido cuando pensé que ella me había engañado, cuando pensé que había jugado conmigo, porque, ¡Yo la amaba! Y lo seguía haciendo. Me sentí como un chico que se enamora de su profesora del jardín de infantes, un chico que está sinceramente enamorado de ella, porque sencillamente él no sabe qué es el amor, y piensa que por fin lo ha encontrado, pero, en cambio, ella sólo está junto a él porque es su deber, porque tiene que hacerlo. Sofía había pasado a ser por más de un mes esa profesora cruel, esa profesora que sólo hacía su deber. Y yo no quería eso, yo quería que me amara, pero ya era tarde, por miedo a acercarme y que me confirmara que sólo había estado conmigo por su deber, no pedí “más explicaciones”

Admito que la primera semana lejos de ella, esperé, si, esperé que ella llegara y me dijera “Todo fue un malentendido, déjame aclararme” Pero ahora que lo pensaba, fui imbécil, ella era orgullosa, yo me había ido sin dejar que ella dijera todo lo que tenía para decirme, había sido un cobarde.

Caminé a paso lento hacia mi moto. Tenía miedo de un mundo sin ella. Cuando la ignoraba, en el fondo sabía que ella estaba cerca, me descubría en clases mirándola disimuladamente, me deleitaba con sus gestos, con su cabello que ella pensaba que era horrible pero para mí era lo más lindo del mundo, con sus ojos, que pocas veces pude ver, pero cuando lo hice sentí que el mundo se detenía (si, por cursi que suene) Era una sensación extraña, nada existía para mí cuando me centraba en sus ojos. No sabía si le pasaba lo mismo a ella, rogaba que si, porque si a ella le pasaba lo mismo compartiríamos algo “nuestro” por siempre.

Encendí el motor y llegué a casa casi enseguida, no quería hacerlo pero sentía que debía hablar con Kate, quizás sólo para desahogarme.
Caminé hasta la habitación de mi hermana y me la encontré arreglándose el cabello. Caí como un  peso muerto en su cama, y miré el techo de la habitación.
Al rato sentí como ella se paraba a un lado en la cama y me observaba.

-Supongo que te fue mal…
-Supones bien – suspiré – no sé qué me hizo pensar que la alcanzaría.
-Lo intentaste, eso es mejor a que te hubieras quedado en casa sin hacer nada…
-Creo que tienes razón, pero duele enfrentarse a la realidad – puse mi brazo en mis ojos, por miedo a que en cualquier momento algunas gotas se asomaran. Mi hermana pasó una mano por mi cabello y me relajé un poco.
-y ¿Piensas dejarla ir? – me senté en la cama y la miré estupefacto.
-¡Ya se fue! Por si no te diste cuenta – subí  mi voz un poco, y me arrepentí al segundo, mi hermana sólo intentaba ayudarme. ¿Acaso tenía que hacer todo mal?
- Podrías ir a buscarla – enarqué una ceja.
-Sí, claro, la voy a buscar, me perdona, nos casamos y ¿somos felices por siempre? – dije sarcásticamente. Kate rodó los ojos- Sinceramente, lees muchas novelas, ¡Ella tiene sólo 16 años! – enseguida recordé algo - ¿A cuánto estamos?
- 16 diciembre – dijo Kate, yo intenté de buscar algo perdido en mi memoria – Si, hermano, estará de cumpleaños en dos días, no puedo creer que yo me sepa su cumpleaños y tú no. – la fulminé con la mirada- Pero ese no es el punto, el punto es que, no digo que se casen, pero sabes que podemos ir a Francia, ¿No quieres pedirle perdón? O por último que sepa que tu también la amas…-Caí en la cama y observé a mi hermana, lo único que quería era hablar con Sofía, pedirle perdón, decirle que la amaba y si luego de eso me mandaba al diablo, lo aceptaría, pero debía intentarlo.
-¿Dijiste “podemos ir a Francia”? – mi hermana me sonrió sabiendo enseguida que iría.
- Claro, además me lo merezco por ser la mejor hermana del mundo, debo aprovechar las vacaciones de invierno, mientras tú haces la parte cursi. – le sonreí y luego la abracé tan fuerte que me reclamó que le faltaba aire.
-¿Qué les diremos a nuestros padres?
-De eso me encargo yo – me guiñó el ojo y luego salió de la habitación. .


Sofía’s POV

El viaje fue cansador, apenas llegamos al aeropuerto tuvimos que pasar por la estresante tarea de sacar las maletas. Aunque papá y Charlotte estaban de lo más entretenidos, si se nos pasaba una maleta ellos estallaban en risotadas. Yo intentaba reírme con ellos. Papá a veces me dedicaba miradas que no sabía descifrar, pero yo sólo le sonreía, intentando decirle que me encontraba bien. Papá había comprado una casa en París, como cuando era pequeña, era una linda casita blanca, que se encontraba en un barrio residencial lejos de todo el centro turístico. Me gustaba bastante. Tenía cuatro habitaciones, destinamos una a “habitación de visitas” y con Charlotte no nos costó ponernos de acuerdo cual sería la de cada una, ya que eran exactamente iguales. Al día siguiente, cuando ya estuve levantada,  papá me llamó a que bajara, estaba un amigo de él que se me hacía bastante conocido. Hablaba en francés, pero casi enseguida le seguí la conversación que tenía con papá, hablaban acerca de cuánto le había costado conseguir un auto.

-Hija, él es Russel, ¿Recuerdas la banda?, el que tocaba la batería – le sonreí al hombre – le pedí si me podía ayudar a conseguir un vehículo, y está afuera.- asentí y luego fui a ver el famoso auto. Era un jeep, no sabía exactamente el modelo, pero sabía que papá disfrutaba de los 4x4.

Más tarde salimos los cuatro a comer, y papá me dijo que aprovechara de mostrarle la ciudad a Charlotte. Ok, no toda la ciudad, porque era inmensa, pero si los lugares turísticos. Tomamos un taxi que nos llevo a un parque gigante. Caminamos bastante, aunque a ratos nos parábamos a sentarnos en unas bancas que había a lo largo de todo el parque. Charlotte estaba fascinada, me había dicho que nunca antes había conocido otro país, apenas conocía las ciudades que había cerca de su casa, pero nada más.

Nos sentamos una vez más y yo fui a un pequeño puesto de helados a un costado del camino. Pedí uno para Charlotte de frutilla y otro de chocolate para mí. El señor que vendía me sonreía.  Tomé los helados gigantes con dificultad para llevárselos a Charlotte y choqué con un chico. Mi helado quedó en la remera del muchacho y el otro quedó en mi mano aplastado. Comencé a maldecir en voz baja mientras tiraba el resto de helado al suelo.

-Diablos – dijo él – Lo siento – se miró la remera e hizo una mueca divertida, lamentablemente era blanca.
- Fue mi culpa – me sonrojé, el chico debía tener unos 18 años tenía el cabello castaño claro y los ojos celestes, era bastante guapo.
-No importa – me sonrió – te los pagaré.
-No claro que n…- pero antes de que pudiera decir algo más ya le había pedido tres helados al vendedor que miraba divertido la escena.
-Bueno, gracias – dije cuando ya tenía los dos helados en las manos- debo ir donde mi amiga, seguro está horriblemente aburrida – intenté localizar a Charlotte y estaba con los ojos cerrados, no creía que estuviera dormida.
- Donde está tu amiga- enarcó una ceja, y yo apunté a Charlotte – Oh ya veo, creo que tendré que ir a disculparme por entretenerte un rato – me sonrió y sospeché si en verdad quería eso o sólo quería ver a Charlotte más de cerca, pero de todos modos me encogí de hombros y caminamos hacia la reflexiva Charlotte. Apenas nos acercamos ella abrió los ojos y observó al desconocido que me acompañaba, fijó sus ojos en la remera del chico y luego esbozó una sonrisa.
-Supongo que Sofía hizo eso – dijo en un extraño Francés, pero el chico igual entendió.
-Sí, aunque fue mi culpa – los dos se rieron y yo no encontraba lo divertido de todo el asunto – Así que… tú eres Sofía y tú…- miró a mi amiga que estaba con una linda sonrisa en su rostro.
-Charlotte – casi pude escuchar como el chico susurraba su nombre luego de que ella lo dijo, pero no podía estar segura- ¿Y tú?
-Gabriel – ella le sonrió, ¿Estaba alucinando o ellos estaban coqueteando?, me sentía como una completa idiota al medio - ¿No son de acá cierto? – Gabriel me observó a mi ahora y luego volvió la mirada a mi amiga.
-No – respondí yo – llegamos ayer.
- ¿Son turistas?
-No, venimos a vivir a París.

Más tarde nos encontramos caminando con Gabriel por las calles de París, era verdaderamente simpático, y podía notar que estaba deslumbrado con Charlotte y ella tampoco era indiferente a las miradas de él. No era difícil enamorarse de un francés, tenían ese algo romántico metido en las venas, mi padre lo tenía y siempre había descubierto a algunas mujeres observándolo cuando íbamos de compras o cosas así y cuando abría la boca para hablar, ellas se derretían. Esperaba que fuera lo que yo estaba pensando, Charlotte se merecía un amor verdadero. No podía evitar sentirme vacía, estaba en la ciudad del amor, con el corazón hecho trizas, genial ¿No creen?

No pudimos ir a la torre Eiffel ya que ya era muy tarde y papá no sabía a qué hora exactamente llegaríamos, aparte prefería dejarles a ellos el momento de ir a ese espectáculo solos. Gabriel nos dio su número de teléfono y nos dijo que estaba dispuesto a hacernos un tour por lo que nos quedaba ver cuando quisiéramos. Obligué a Charlotte a darle su número de teléfono nuevo.

Todo el camino de vuelta a casa la fui molestando con Gabriel, ella iba rojísima.

-Creo que es un buen partido – le dije intentando darle ánimos.
-Puede que lo sea, pero eso da igual – me observó.
-¿Cómo que da igual? – miró el suelo y luego suspiró.
-Da igual, de todos modos no quiero que Gabriel me guste o algo así, vine aquí a darle una vida tranquila a mi hijo, y además, ¿Quién querría a una chica embarazada de otro como novia?
- No lo subestimes – ella se encogió de hombros.
-¿No te arrepientes de venirte?
-No lo sé, no quiero arrepentirme, no quiero pensar en nada, sé que fue lo mejor para todos.
-Menos para ti- ella era muy perceptiva, y a veces lo odiaba.
-Quizás.
-¿Sabes Sofía? En cierto punto te admiro, eres muy valiente, no te querías ir, lo sé, pero lo hiciste por tu padre, o por lo menos te has mantenido firme y con una sonrisa por él, pero también eres cobarde como yo, las dos nos alejamos de la realidad, simplemente escapamos y tomamos el camino fácil.
-No había nada por qué quedarme – estaba completamente segura que dije eso más para convencerme a mí que a ella.
-Sabes que si, y sé que lo amas, fueron tan estúpidos, lamento decírtelo sé que no me corresponde, pero te quiero – Charlotte me abrazó – Quizás cuando volvamos de visita…
-No, cuando vayamos de visita no iré e intentaré explicarle – unas lágrimas me delataron – ya es tarde ¿No lo ves? Él ya me olvidó, y yo lo estoy olvidando, sé que fui cobarde y sé que tomé el camino fácil, pero quizás sea lo mejor.
- O quizás no…
-Por Dios dejemos la parte reflexiva, ¿no me puedes dejar engañarme a mí misma?
- Está bien, sólo pensé que debía darte mi opinión, no me gusta verte sufrir y no hacer nada…
- Ya se me pasará…

Al llegar a casa papá estaba hablando por teléfono, apenas me vio me lo pasó. Sentí la voz de mi madre al otro lado. Debía admitir que nuestra relación había mejorado demasiado, hasta podía decir que la extrañaba y eso que apenas habían pasado dos días desde que nos habían ido dejar al aeropuerto. Al rato hablé con Camilo, estaba extraño pero no me quiso decir qué le pasaba, suspiré, mucho no lo podía obligar a decirme por teléfono, a menos que lo amenazara con que me iba a matar, pero estaba papá a mi lado.

¿Qué oculta Camilo?

Iván’s POV

Kate convenció a mamá y papá más rápido de lo que tardaba en maquillarse. No sabía qué poder especial controlador de mentes tenía, pero de que funcionaba, funcionaba. Me dejaron faltar los últimos cinco días que faltaban para salir de vacaciones, ese mismo día sacamos los pasajes para la noche del día siguiente. Yo hubiera preferido el próximo vuelo, pero Kate dijo que debíamos guardar apariencias frente a nuestros padres, además, tenía algunas cosas que hacer antes, como preparar las maletas, aunque le di esa tarea a Kate, que me sonrió complacida, si había algo que le encantaba a ella era todo lo que tuviera que ver con ropa. Yo fui hasta la casa de Camilo, necesitaba de su ayuda. Toqué la puerta. Salió una mujer que me recordó mucho a Sofía, su madre. Me miró sorprendida por unos segundos pero luego me dejó pasar. La casa era muy acogedora por dentro, y algo en ella me recordó a Sofía, aunque mentía, en verdad todo me recordaba a ella, y los ojos de la madre mucho más, esperaba que ella me llevara a la chica que se había llevado mi corazón, pero descubrí que no importaba el parecido, la mamá no era como la hija, quizás sólo físicamente.

-¿Buscas a Camilo? – asentí – lo llamaré – me sonrió.

Había tenido miedo de aparecerme en la casa, quizás ella me odiaría por haber dejado a su hija, pero no era así, o quizás era demasiado cortés como para decirme todo lo que me merecía. Camilo apareció al rato y se sentó en una silla que estaba en frente del sofá en donde estaba sentado yo.

-El otro día me extrañó que me llamaras preguntando por Sofía – dijo para romper el silencio - ¿Para que querías saber el vuelo?
- Porque estaba en el aeropuerto desesperado porque ella se iba – suspiré, me sentí tonto al decirlo – pero no alcancé a verla.
-De verdad lo lamento, lamento no haberte dicho, amigo – intenté sonreírle.
-No es tu culpa, le debes más lealtad a ella, si ella no quería que supiera, pues está bien.
-Pues, en verdad ella nunca me dijo nada respecto a ti, pero a ti te incomodaba saber de ella, así que, no quise decirte, si no te importaría – él me miró inquisitivamente.
-¡Diablos! Claro que me importaba, pero fui tan idiota que no pude decirle antes de que se fuera.
- Si lo fuiste – enarqué una ceja –estoy siendo sincero. Y ella también en parte, son unos orgullosos.
-Ok, enserio gracias por decirme que soy idiota – Camilo me sonrió – Pero mañana iré a Francia, y no estoy seguro a qué parte debo ir…
-¿Sacaste un pasaje y ni siquiera sabes a dónde vas? – se burló.
-Sí, ok  admito que estaba desesperado, pero a mi hermana se le ocurrió sacar a París, pero aún podemos cambiarlo.
- Pues tu hermana tiene un muy buen instinto, porque Sofía está en París – sonreí, Camilo tomó un papel, y comenzó a anotar, supuse yo, la dirección de ella. Antes de pasarme el papel me miró a los ojos.
-Más te vale no volver a hacerla sufrir – dijo amenazadoramente, pero luego esbozó una sonrisa – Ok, no me sale el plan de “hermano sobreprotector”, pero espera que le diga a Charles y él si que te hace una amenaza buena – me reí con él.
-Si la vuelvo a hacer sufrir yo mismo me mato – Camilo me abrazó y luego me despedí de él y su madre.

Al día siguiente salimos a las 8PM hacía París, Francia.

Kate con una gran sonrisa porque podría recorrer tiendas y tiendas de ropa, y yo con la esperanza de que Sofía me perdonara…

Suelen decir que la fe todo lo puede, esperaba que si fuera cierto. 

Espero que les guste este capítulo, está un poco más larguito ( sólo un poco). Muchas gracias por sus comentarios y a las nuevas seguidoras. Se cuidan ¿si? Nos leemos!


PD: Pueden ver la foto de Gabriel en el costado izquierdo, ¡espero les agrade!