domingo, 12 de septiembre de 2010

Capitulo 1

Hay un momento en la vida de las personas, en que miran hacia atrás y se dan cuenta de lo que han logrado, ese momento suele llegar cuando han vivido lo suficiente como para analizar todo... o simplemente cuando creen que ya no tienen ningún camino que recorrer, cuando se rinden ante la idea de seguir luchando, cuando sus brazos no pueden soportar el peso de una vida, y sus ojos se ciegan ante la idea de seguir viviendo.
En este momento yo estaba así, frágil e inmune ante el dolor. No quería cargar con el peso de mi propia existencia, rogaba a Dios que entregara mi alma a alguien que si la necesitara y que la respetara como toda persona debía hacerlo. No podía pedir más, y tampoco mi petición era muy difícil de realizarse... sólo quería eso...tranquilidad.
Podía definir mi vida como un caso perdido, quizás era mi culpa, nunca me esforcé porque fuera algo mejor. Si bien tampoco era trágica, no era feliz.

El despertador sonó, sacándome de todo pensamiento, me levanté pensando en lo que hoy me esperaría, otro colegio, nuevos compañeros, en fin, otro año sin relevancia, siendo la chica invisible de la clase.
Cada año mi padre me cambiaba de escuela, quizás con la loca idea de que por fin encajara en algún lugar, él me quería, pero siempre había tenido la sensación de que yo era un gran obstáculo en su vida, si bien él no me lo demostraba, yo lo tenía claro. Si yo no hubiera estado él habría seguido su gran sueño de ser actor, en vez de ser el dueño de una tienda de comida rápida, si yo no hubiera nacido él recorrería las ciudades y el mundo... pero ese era el punto, yo estaba, y había arruinado toda posibilidad de que papá fuera feliz.

Suspiré y me dispuse a vestirme, escogí lo primero que vi (miento, en realidad había estado buena parte de la tarde eligiendo qué ponerme) unos jeans, una remera negra simple, y botines... A simple vista parecía una retraída social, y quizás lo era, pero no me importó, todos me juzgaban antes de conocerme, estaba acostumbrada. Fui a la cocina en donde estaba papá preparando el desayuno, me senté en una de las sillas, y esperé que él hiciera lo mismo. Dejó un plato de cereales en frente mío, me encogí de hombros y comí hasta la mitad. Luego me levanté y me dirigí hasta la puerta.

- ¿Hija? - dijo en su habitual tono calmado - si quieres te llevo.
- Ehh...ok.

No tenía ánimo de caminar. Tomé mi bolso que estaba en uno de los sofás y salí para luego subirme al auto. La escuela no quedaba tan lejos, al verla sólo pude soltar un suspiro, era más grande de lo que esperaba, fulminé con la mirada a mi padre que enseguida notó el porqué.

-Es lo mejor- me dijo tratando de tranquilizarme, pero en el fondo sabía que para mi nada de esto era lo mejor.
Me bajé, y fui dando zancadas hasta la entrada, vi los pasillos repletos de jóvenes, algunos se daban vuelta a mirarme, así que escondí el rostro entre mi cabello y fui hasta la oficina en donde tendría que buscar mi horario.

- ¿Qué necesita? - preguntó una señora con lentes.
- Mi horario - dije secamente - Sofía Rossi.

Me examinó, luego me pasó un papel y unas llaves que supuse serían de mi casillero.

- Gracias - murmuré.

Caminé hasta el casillero número 135, que era el mío. Dejé algunos libros y fui al salón de biología. Me senté al final, aún no llegaba nadie así que saqué un cuaderno y comencé a hacer garabatos. Poco a poco comenzó a llenarse de chicos de mi edad, no les di mucha importancia pero sentía algunas miradas en mí.
Entró el profesor así que tuve que cerrar el cuaderno.

- Bueno chicos, como se habrán dado cuenta este año tenemos dos nuevas integrantes a esta comunidad escolar - odiaba esa parte del inicio de clases, pero lo bueno era que duraba poco...- Amanda Thompson  y Sofía Rossi.

Algunos se dieron vuelta a mirarme, les dediqué una mirada envenenada a algunos, pero supuse que no lo notaron, ya que me sonreían. A mi lado se acababa de sentar alguien, un chico corriente, que no me prestaba ni la más mínima atención, eso me acomodó bastante.
La clase se me hizo eterna, odiaba biología, y bueno el profesor no ayudaba mucho a que le tomara interés.
Así se me pasó la mañana hasta la hora del almuerzo, tomé un jugo y una manzana y me senté en una mesa que estaba desocupada, casi la única. No tenía nada de hambre, pero no tenía nada más interesante que hacer. Por primera vez comencé a examinar a cada uno de los grupos que ahí estaban, era lo típico, las porristas o "chicas populares" y chillonas, los chicos deportistas y que se creían los dueños del lugar, luego los que amaban los libros, y los intermedios, donde seguramente yo me ubicaba.

- Disculpa... puedo sentarme acá - dijo una voz suave. La miré y era una de las chicas de mi clase. Me encogí de hombros y ella se sentó. - soy Amanda, también soy nueva.
-  Yo Sofía.
- ¿No tienes hambre?
- No, ¿tu si?
- Si, pero la hay mucha cola – dijo señalándome hacia el mesón de las comidas – creo que esperare un poco.

Era una chica rubia y tenía unos profundos ojos azules, me pregunté por qué no se unía a las pinturitas de unas mesas más allá, pero no se lo dije.
Ella a cada rato intentaba poner un tema de conversación, pero no obtuvo muchas respuestas de mi parte.
- Hola grilla - esta vez era un chico el que se había acercado a la mesa. Amanda suspiró.
- Hola Tom - dijo desanimada - Sofía, él es Tom, mi primo.

Él me dedicó una hermosa sonrisa, ¿yo dije eso? , pues bueno debía admitir que era bastante lindo, tenía el cabello color chocolate y los ojos verdes, además de un bronceado fascinante.

- ¿Qué tal Sofí? - me dijo divertido, ya que notó que lo examiné.
- Sofía - lo corregí.
- Me gusta más Sofí - rió.

No le respondí, la verdad no me pondría a pelear por cómo me decía.

-¿Y estas a dieta o algo? – se dirigió a su prima. Ella le repitió lo mismo que me había dicho a mí, ¿Por qué mierda estaba escuchando lo que decían?, Ah! Si lo recuerdo porque yo no conocía a ninguna otra persona, y porque ellos habían invadido mi mesa, ¡no yo!. Ok, ahora parecía demente. “Si lo estás” dijo una vocecilla dentro de mi cabeza. ¿¡Pero qué..!? .

-¡Sofía!- me dijo en un tono alto Amanda, hice un movimiento de cabeza al salir de mi discusión interna.- ¿Te traigo algo para comer?, ya se desocupó el mesón.
- No, gracias – intenté sonreír. Se paró hacia donde servían las comidas. Apoyé una de mis mejillas sobre la mesa, ya que me había empezado a doler un poco la cabeza. Vi a alguien parado al lado de mi mesa ¿El primo de Amanda?

- ¿Por qué sigues acá? – Ok, soné como una maldita perra pero debía preguntarlo o ¿no?
- ¡Oh!, veía que no mataras a mi prima o algo así, está a mi cuidado, y creo que tú en cualquier momento podrías sacar una navaja y atacarla.- pudo haber sido una broma, pero no sonó como tal.

Lo miré con mi mejor mirada de odio y de sorpresa, pero qué le pasaba a él conmigo, era solo una pregunta, ¿Tan mal me veía, parecía una delincuente?, me sentí en lo profundo mal, quizás el estaba bromeando, pero se debió haber reído, o haber dicho “ es una broma, no te creas” , y seguía mirándome, con su expresión tan … no sé, como esperando a que dijera algo, tal vez esperaba que le tirara mi jugo, o que le lanzara malas palabras, no lo sé. Pero en vez de hacerlo me paré y me fui hasta el baño. ¡Qué demonios!, está bien que no me haya dicho algo tan malo, pero cuando te arreglas y quieres intentar por duodécima vez encajar en un lugar, y que un chico, que además lo llegaste a encontrar lindo, te diga que pareces una criminal y que poco menos puedes matar a alguien, no es simplemente lo que esperas un lunes en la mañana en tu primer día de clases, quizás hoy andaba más sensible de lo habitual, pero no pude evitar soltar una pequeña lágrima, no de pena, sino de impotencia, por qué no me defendí y le dije a ese chico que se podía meter sus palabras por donde le cupieran, y también porqué sabia que el intento de mi padre de que encajara en esta escuela sería en vano, lo presentía, cuando empezaba mal, significaba que en el año todo seguiría igual o peor.

Sonó la campana, así que me limpié la lágrima que se había escapado y me fui a la clase de francés. Para mi sorpresa y desgracia esa clase me tocaba con Tom, él se sentó adelante y yo un puesto más atrás. Al lado de la ventana. Sentí el impulso de ir y darle un puñetazo en su perfecto rostro, pero me contuve, puesto que el profesor ya estaba entrando al salón. Un grupo de chicos entró apresurado al salón ganándose la mejor cara de odio del profesor. Uno de ellos se tuvo que sentar a mi lado puesto que no quedaban muchos asientos libres.

-Austin, Kozlov, Wulff, podrían aunque sea por un año llegar a la hora a clases – les dijo el profesor con un acento peculiar en su voz- s’il vous plait ( por favor en francés)- Los interpelados, entre ellos mi compañero de asiento rieron y asintieron.
Una vez que el profesor comenzó la clase me miró de reojo, aunque no muy disimuladamente.

- Hola...- dijo dudoso de hablarme o no.
- Ehh, hola.
- Soy Iván – me sonrió cortésmente.
- Sofía - no sé porqué, pero le devolví la sonrisa.
- Un gusto Sofía.
- Señor Kozlov y señorita Rossi, me podrían indicar lo que acabo de decir...- interrumpió el profesor.

Iván me miró y pude identificar una risita en sus labios, pero ninguno de los dos pudo responderle. Luego el profesor dio un sermón del "respeto".
Él tenía los ojos color hazel, y su cabello castaño claro. Tenía la impresión de haberlo visto antes, pero no estaba segura quizás era mi imaginación. “Tu padre tiene una hamburguesería, y los jóvenes suelen ir ahí, seguramente como él es joven también lo hace” dijo como si fuera muy obvio mi cerebro. “Maldito” le respondí, sintiéndome nuevamente una retrasada mental.
Me quedé callada el resto de la clase. El timbre sonó y por supuesto no había prestado ni la más mínima atención a la clase. Mi padre era francés y yo ya sabía lo suficiente como para defenderme en ese país, así que no necesitaba de una estúpida hora para saber lo básico. Me paré y me enganché la mochila a mi brazo. Iván estaba haciendo lo mismo que yo. Me dedicó una sonrisa. Para luego decirme un pequeño “Nos vemos, un gusto” y salir con sus amigos que le susurraban cosas. Salí del salón y…
-¡Sofía! – sentí el grito de Amanda.
- Oh dios, creo que casi me da un infarto y medio con tu grito – dije quejándome.
- Lo siento – dijo avergonzada – es sólo que, lamento al molestoso de mi primo, el es así, no me quiso decir que te hizo pero de todas maneras lo la...
- ¿Porqué te disculpas por él?- la interrumpí – y de todas maneras, me da igual lo que tu primo con cara de rico diga de mi – sonreí tratando de parecer verdadera y creo que lo logré porque ella me dedicó una sonrisa.
- Ok, sólo pensé que era mi responsabilidad.
- No lo es – otra vez la sonrisa falsa…- bueno adiós- me dirigí hasta la salida.
- ¡Hey! Espera – dijo caminando rápidamente tras de mí, rodé los ojos sin que ella lo notara, no es que me callera mal, pero, es que ¡acaso no podía caminar sola! – Puedo caminar contigo, es que soy nueva en la ciudad y pues ¿puedo ir hasta la parada de autobús a tu lado?, o hasta que esté más o menos cerca de mi casa.
- Ok no hay problema, si quieres vienes conmigo donde la tienda de mi papá, ahí podemos comer algo – Ok, no sé porqué la invité pero se me hacia simpática.

Caminamos en silencio, cosa que agradecí, hasta la tienda de papá, no me gustaba porque siempre a esa hora todos los chicos y chicas que salían de clases iban a conversar o a comer cualquier cosa.

Entramos a la tienda, era bastante grande, y pues, servían comida rápida, especialmente hamburguesas. Para ser sincera cuando papá empezó con el proyecto yo lo encontraba una total pérdida de tiempo, pero ahora agradecía que papá no me hiciera caso nunca, puesto que era muy exitosa. Y papá había pasado de servir a administrarla, ya que ahora contrataba a universitarios y a jóvenes que necesitaran trabajo.

- Hola linda - me saludó, mientras yo me sentaba en una de las sillas que daban al mesón - ¿qué tal la escuela?
- Un asco - la verdad si lo era, para mí, aunque esta vez me había parecido más soportable que otros años – Pero nada del otro mundo – en ese momento me di cuenta que Amanda estaba a mi lado mirando a mi padre, supongo que esperando que la presentara o algo así. – ella es Amanda una compañera, también es nueva, y él es mi padre.
- Hola querida – él le dedicó esas sonrisas que yo tanto amaba, y a mí me lanzo una mirada de “te dije que harías amigos”, con eso me sentía como si fuera en el jardín de infantes.

Amanda pidió una bebida, y yo hice lo mismo. Charles, uno de los chicos que trabajaba ahí, la trajo enseguida.

-¿Y cómo te fue en tu primer día de tu penúltimo año de clases? – me preguntó sonriente.
- Pues pudo haber estado peor – me encogí de hombros.
- Pequeña eres tan pesimista – suspiró.
- Primero, no es pesimismo, es la verdad, y segundo, no soy pequeña, soy de estatura promedio.
- Oh cierto – se tuvo que ir porque lo estaban llamando de una mesa.

Vi que Amanda lo estaba mirando con unos ojos que seguramente la iglesia debería censurar. Me reí en mi fuero interno “Yo soy tu fuero interno imbécil”, dijo la voz que desde ahora llamaría conciencia. “Puedes dejar de hablarme, enserio me siento loca”

-¿Te gusta?- atiné a preguntar para echar a mi conciencia de mi mente.
- Ehh – me miró por fin- ¿Qué?
- Que si te gusta Charles – apunté hacia donde él estaba.
- Ehh no claro que no, sólo me pareció simpático.
- Sí claro.

No discutiría lo obvio.

Me conversó un rato de su vida, del porqué se había cambiado de ciudad, y por qué había elegido ese instituto. También un poco acerca de su familia, ella vivía sólo con su madre, puesto que su padre se había separado de ella hace algún tiempo, pero al parecer eso no le dolía ya. Yo le dije lo mínimo, que había estado en muchos colegios, que me gustaba el rock, que me gustaba el campo y todo lo silvestre, y que solía escaparme a veces a reflexionar. Ella era muy fácil de entender, y ella al parecer me entendía a mí. Quizás en verdad ella podría ser mi amiga. Solo quizás.

Al rato me despedí de ella, puesto que quería volver a casa a hacer cualquier cosa, menos hablar con alguien, lo necesitaba. Está bien, yo no era depresiva, ni emo, ni gótica, ni nada por el estilo, pero habían veces que me daban mis estados de bipolaridad, y simplemente quería estar sola. Y puede ser cansancio, o lo que sea, pero quería dormir y escuchar a mis queridos Beatles-

Al llegar a mi casa, me fui a mi dormitorio, me saqué la ropa y luego me puse mi remera gigante de Bugs Bunny. Ok no era muy ruda, pero era cómoda y la ocupaba para dormir.

-       No puedo estar un segundo más sin ti, si quieres que me vaya, me iré, si quieres que te bese lo haré, pero por favor no me pidas que no te ame, primero mátame si quieres eso. – dijo un chico que no le reconocí el rostro.
-       Solo veté – grité yo esta vez. Esperen ¿yo?, ¿no estaba hace un segundo en mi cama? – No te quiero ver más, nunca, nunca más – comencé a llorar- Solo hazlo- más lágrimas caían por mis mejillas, y me sentía vacía, mientras él se alejaba más y más. Cuando ya estaba lo suficientemente lejos, caí de rodillas- Vuelve, vuelve- susurré aunque apostaría mi vida a que él no había escuchado- ¡Por qué lo hiciste! – grité – todo estaba tan bien – el chico que ahora estaba lejos como para escucharme, pero aun al alcance de mi vista, volteó, y ya no era un chico, era…¡Imposible!

2 comentarios:

  1. Amé tu Blog y me encanto tu historia sigue así (:

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  2. beatles!! ♥ me encanta me encanta! sofia me hace acordar mucho a mi,
    besos! sigo leyendo ahora :)

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